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“Nuestro cerebro nos engaña”… ¿Seguro?

5" Jumping Brain vs Skull Brain
Foto: Emilio García en Flickr (CC BY-NC)

El pasado domingo, como empieza a ser una cita obligada, me atrincheré en mi sofá, tome mi bol de palomitas, le di al botón de encendido de “la caja tonta” y me dispuse a pasar un rato absorto en uno de los mejores programas, desde mi modesto punto de vista, en el panorama televisivo actual: “Órbita Laika”. Este interesantísimo programa de divulgación científica ha traído aire fresco en el pútrido panorama televisivo, siendo uno de los buenos ratos que me reservo a lo largo de la semana. Entre las diferentes secciones del programa el más destacado fue la aparición de mi respetada y admirada @ClaraGrima, ¿Qué curiosidad matemática me tendría reservada hoy? Sin duda y conociendo su trayectoria no me dejaría indiferente, y como siempre me recordaría de nuevo por qué no estudié más matemáticas cuando tuve ocasión. ¡Y así fue! Nos iba a explicar la Anamorfosis utilizando, como suele hacerlo, curiosidades y recursos didácticos de extraordinaria creatividad (http://www.rtve.es/alacarta/videos/orbita-laika/tu-cerebro-engana/2949096/)

Pero hubo un momento algo que me chirrió al introducir una idea que no puedo menos que clasificar como #punsetada: “Nuestro cerebro nos engaña”


Pero antes de explicarme apelo a la actitud crítica y escéptica de la autora y a su sentido del humor. Además vaya por delante: mi mayor respeto y admiración al trabajo de Clara Grima en el campo de la divulgación científica y por su trabajo, ejemplo para muchos de cómo hacer un buen trabajo. Por otro lado entiendo que la divulgación científica a veces exige licencias poéticas para llegar al gran público y hacerse interesante y amena, a cambio de perder en ocasiones cierta precisión y rigurosidad. Por último además soy consciente que la #punsetada no es causada ni original de Clara, sino que ella ha sido víctima de una pseudoexplicación que muchos neurocientificos han (hemos, todos tenemos un pasado) extendido y que se ha ido popularizando.

Afirmar “Nuestro cerebro nos engaña” esconde una de los peores males que entiendo tenemos en ciencia y sobre todo a aquellas que se encargan de estudiar a la especie humana: el dualismo. La concepción dualista del ser humano es casi tan antigua como nuestra cultura, y es especialmente poderosa en el pensamiento judeo-cristiano. Hace unos mil setencientos años, Agustín de Hipona (San Agustín para los Católicos) escribió en su “Ciudad de Dios” (11.26):
“Sin ninguna engañosa representación de imágenes y fantasmas, estoy absolutamente seguro de que yo soy, y que lo sé y me deleito en esto. Con respecto a estas verdades, no tengo temor de los argumentos de los Académicos, que dicen: «¿Y qué sucede si eres engañado?» Porque si soy engañado, es que soy. Porque quien no es, no puede ser engañado; y si soy engañado, por esta misma razón soy”.
Descartes se impregnó de la obra de Agustín de Hipona y fue uno de los primeros filósofos que lo desarrollaron y le dieron forma académica en su famoso dualismo alma-cuerpo, y su extensión en mente-cuerpo que posteriormente fue heredado por la psicología cognitiva, importándola a las neurociencias. Piénsalo; decir: “Nuestro cerebro nos engaña” es asumir que el cuerpo engaña a nuestra mente. Es asumir que una cosa es nuestro cerebro y otro somos “nosotros”. El cerebro te engaña a “ti”, porque “tú” eres distinto de tu cerebro”. Esta idea obviamente no es de Clara Grima, ella solo traslada una idea muy extendida y defendida por buena parte de las neurociencias actuales. Neurocientíficos tan considerados y respetados como Oliver Sack, Ramachandran o Damasio son un buen ejemplo de autores que defienden y se han encargado de extender esta idea. Pero si los vemos con ojos escépticos y críticos, y bajo una mirada científica, esta idea carece de toda lógica. No hay un “algo” dentro de nosotros (alma, mente, conciencia, ello-yo-superyo, etc.) y otra cosa “fuera” (cuerpo, soma, conducta, cerebro, etc). Si así fuera debe ser observado, demostrado y medido, cosa que es del todo imposible. El dualismo es a la psicología y a las neurociencias lo que el geocentrismo es a la astronomía o lo que el vitalismo o el creacionismo es a la biología, una mezcla entre concepciones culturales y errores de percepción.

El lector puede pensar: “Bueno Lorca, es una licencia que se toma la autora, es una forma de hablar, tampoco hay que ser tan cerrado de “mente”, hay que ser algo más flexible y no estar tan encorsetado ni tan estricto, todos sabemos que no son cosas diferentes”. Bien aquellos que penséis así podéis dejar de leer esta entrada, porque lo que viene a continuación carece de interés para vosotros. Los que penséis que quizás merece la pena darle una “pensada” y mantener una actitud escéptica a lo que decimos, podéis ver esta situación como una oportunidad para aprender y reflexionar sobre lo que decimos y a hacemos en neurociencias.

Deberíamos dejar de usar expresiones como “el cerebro provoca….”, “el cerebro produce…”, “el cerebro percibe….”, “el cerebro piensa…”, como si el sistema nervioso tuviera leyes y personalidad propia. “No soy yo, es mi cerebro!”, “Es que mi cerebro me provoca que …”, “Otra vez me ha engañado”, “El cerebro nos juega malas pasadas”. Estas expresiones además de ser falsas explicaciones pseudocientificas o entiéndase #punsetadas, nos meten en líneas explicativas a los fenómenos sin salida. Son una herencia directa de este pensamiento dualista carente de toda base científica. Además al atribuir la causa al cerebro en exclusiva, lo situamos en el foco de la explicación causal, y corremos el riesgo de olvidar otras variables igualmente relevantes en la explicación de las ilusiones perceptivas y muchos otros comportamientos.

Lo interesante de este error conceptual es su posible origen. Es un error de “Juego de Lenguaje”. ¿Porque acabamos diciendo cosas por el estilo? Fue Freixa (2003) quien nos puso la llamada de atención sobre esta falacia heurística. Él vino a denominarlo como la acción de “Cosificar” las acciones. Nosotros hacemos una acción, como por ejemplo percibir un objeto. Pero percibir es una “acción”, dicho de otra forma, un verbo: se percibe. Pero de pronto en un juego de lenguaje y por extensión de los significados que nos permite nuestro rico lenguaje, no hablamos de percibir sino de “percepción”. Ya no es un verbo sino un sustantivo. Ya no es una acción sino un objeto. “La percepción provoca patrones”. “La percepción de nuestro cerebro provoca patrones”. Acabamos de cosificar y provocar un error de inferencia. De esta forma “no pensamos sobre algo”, sino que “tenemos un pensamiento”, no “hablamos sobre algo” sino que “tenemos un lenguaje”, no “atendemos a un objeto” sino que “tenemos una atención”. Imaginaros esta situación en otras acciones: esta mañana me estuve afeitando, por lo que tenemos un “afeitador”; he estado conduciendo por los que tengo un “conductor”, estuve corriendo esta tarde y por ende tengo un “runner dentro de mí”. ¿Pero de verdad tenemos una percepción, una memoria, un lenguaje, un afeitador, un conductor y un runner? Pero ¿dónde? La repuesta está clara: ¡dentro de mí! Bueno, la verdad que decir dentro de mí no tiene mucho sentido. Está en nuestro cerebro. #IroniaModoOn

Llegados a este punto algunos podéis pensar: “Bueno Lorca, vale es un error conceptual pero ¿qué daño puede hacer?, mientras sirva para explicar el fenómeno, tampoco tiene tanta importancia, es una manera de hablar”. Me temo que no puedo compartir esta postura. El hecho de dar causalidad al cerebro como “un único agente de las acciones” provocamos que se dejen fuera otras variables importantes y necesarias para explicar una acción o conducta. Utilizando un axioma matemático: “el cerebro es necesario pero no suficiente” para que se realice una conducta. Siguiendo con el ejemplo que nos presentaba Clara Grima, el acto de percepción visual, como por ejemplo las lineas paralelas, exige una acto de aprendizaje y por extensión tienen una influencia de la cultura. El aprendizaje es fundamental para que creen los patrones perceptivos (por ejemplo Segall, Campbell y Herskovi, 1968). Son extensos y clásicos los trabajos sobre las ilusiones ópticas y de percepción (como por ejemplo las ilusiones de Muller-Lyer) y como se van aprendiendo y bajo qué condiciones. Para que se dé la ilusión de las líneas paralelas no basta con un cerebro, sino que debe aprenderse un patrón para que luego se perciba. ¿Cómo se aprende?, ¿de que variables depende?, ¿cuando y como se aprende ese patrón?, ¿bajo que condiciones?, ¿todos lo aprendemos igual?, ¿Por qué?, ….. Sinceramente, ¡decir que no es apasionante!

De esta manera, el "Dualismo" y la acción de "Cosificar" acciones y conductas son algunos de los errores explicativos más frecuentes en el estudio del Sistema Nervioso y que deberíamos empezar a ser especialmente cuidadosos y rigurosos, sobre todo si queremos avanzar en el estudio tan apasionante del Cerebro. Sin duda cuando nos hacemos bien las preguntas y damos bien los pasos se nos abren caminos de estudio mucho más apasionantes y curiosos, a pesar de perder algún que otro titular impactante.

PD: Muchos no estaréis de acuerdo conmigo, cosa que celebro. 

PD 2:Recordar que si me paro a escribir un post como éste lo hago porque me interesa y me apasiona lo que hacéis, si no fuera de esa forma no hubiera invertido tiempo en hacerlo. Discuto contigo porque me interesa tu opinión :-)

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