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La cognición de los huecos


En múltiples ocasiones, a lo largo de todo el desarrollo del conocimiento científico, se ha recurrido a dios para explicar los sucesos que no se alcanzaban a comprender. Es lo que se denomina “dios de los huecos”. Incluso Isaac Newton, a pesar de ser considerado como uno de los científicos más brillantes de la Historia por sus aportaciones, recurre a un dios en los límites de su conocimiento al no poder explicar el movimiento de los cometas y los planetas en continúa interacción.




Las principales diferencias que se perciben rápidamente en los científicos a lo largo de la Historia es el momento de la explicación en que dios es convocado. En una encuesta llevada a cabo por el psicólogo James H. Leuba en 1914 se calculó que sólo alrededor de un 58% de los científicos estadounidenses no creían o dudaban de la existencia de un dios. Sin embargo, entre los 400, pertenecientes a la National Academy of Science, el porcentaje de los que no creían o dudaban de su existencia aumentaba a un 70%. En 1998, repitiendo esta medición, el porcentaje era ya de 93.

Es evidente que el progreso científico se ha acelerado en las últimas décadas, especialmente durante el desarrollo de las dos Guerras Mundiales. Este progreso podría estar relacionado con el creciente porcentaje de científicos que ya no recurren a un dios para explicar los vacíos existentes en las teorías. Sin embargo, ¿es posible que haya surgido un nuevo “dios de los huecos” en las disciplinas científicas?

Para intentar responder a esta pregunta hagamos un breve recorrido sobre uno de los conceptos que sigue influyendo fuertemente en la psicología: el concepto de mente. Elegir un principio para una historia nunca es fácil, y siempre va a conllevar pérdidas de información importantes, pero espero que sea suficiente para encender la llama de la curiosidad.

Estamos en el siglo XVII, y un influyente francés estaba terminando de escribir su famosa obra La descripción del cuerpo humano en su última casa en Egmond-Binnen, Países Bajos.  En la obra reflejaba su convencimiento del funcionamiento del cuerpo como una máquina, encajando así las teorías de Galileo y sus métodos. Sin embargo, siendo un hombre religioso, también poseía la convicción de que lo mental no podía ser abordado como una variedad más compleja de lo mecánico. La mente no era algo físico, ni se podía ubicar en el espacio. Tampoco se podía observar, era algo interno. ¿Qué era la mente para él?

René Descartes supuso que mente y alma eran más o menos la misma cosa. Estaba intentando proporcionar una explicación racional sobre lo que para él era un asunto importante: la inmortalidad del alma. Descartes declaró que una de sus intenciones al diferenciar la mente del cuerpo era para refutar a la “gente no religiosa que sólo tienen fe en las matemáticas y no cree en la inmortalidad del alma sin una demostración matemática”.

En sus correspondencias con la Princesa Isabel de Bohemia intentaría describir con más precisión las características y funcionamiento de esta relación entre la mente y el cuerpo, dando como resultado la realización un año más tarde de su obra Las pasiones del alma.



“Aunque el alma está unida a todo el cuerpo, hay una parte específica en el que ejecuta sus funciones más que en cualquier otro. Se piensa que esta zona es el cerebro por su relación con los órganos sensoriales, o el corazón, porque sentimos que es donde están nuestras pasiones. Pero al mirar cuidadosamente creo que puedo ver claramente que la parte del cuerpo en la cual el alma hace su trabajo más directamente es una pequeña glándula dentro del cerebro. El menor movimiento puede alterar el curso de los espíritus que cruzan por el cerebro. [...] Es conocido que todos los movimientos de los músculos así como todas las sensaciones, dependen de los nervios, los cuales son pequeños hilos o tubos provenientes del cerebro y que contienen un aire que llamo “espíritus animales”. El cerebro también contiene estos espíritus. [...] No hay nada intrínsecamente especial en estos espíritus; son simples cuerpos, como cualquier otro excepto por la condición de ser extremadamente pequeños y moverse muy rápido. Nunca se paran en ningún sitio; tan pronto como entran en las cavidades del cerebro, otros salen a través de sus poros.”  -  Las pasiones del alma (1649).

Descartes sugirió que los “espíritus anímales” interaccionaban con el cuerpo a través de la glándula pineal.  Sin embargo, ¿cómo el alma inmaterial interacciona con la glándula pineal? Algunos de sus discípulos como Nicholas Malebranche propusieron una explicación diferente: todas las interacciones entre el cuerpo y la mente requerían la intervención directa de Dios.

Ilustración de René Descartes. Los inputs pasan
por los órganos sensoriales a la glándula pineal del
cerebro, y de ahí al espíritu inmaterial.
Al igual que las ideas de Ptolomeo (100 – 170) y su explicación de un Universo geocéntrico perduraron hasta los descubrimientos de Galileo (1610), las ideas de Descartes continuarían perdurando en la sociedad.

Ha pasado un siglo desde entonces, y un médico alemán teorizaba acerca de transferencias energéticas que debían ocurrir entre todos los objetos de forma natural. Es lo que denominó “magnetismo animal”. Franz Anton Mesmer, a través de sus años de tratamiento con pacientes, supuso que la salud, del cuerpo y de la mente, estarían relacionados con algún tipo de “conexión cósmica”. El procedimiento general de tratamiento con sus pacientes incluía la imposición de manos y la disposición de una cubeta central en la que se sumergían imanes y otros componentes como limaduras de hierro y vidrio molido. Tras varios intentos de demostrar sus principios, abandonó Viena debido a las humillantes demostraciones sin éxito delante de varios respetados médicos. Su estancia en París sin embargo resultó ser lucrativa, en parte debido a su fuerte creencia en la importancia del “magnetismo animal”, y terminó tratando pacientes de clases sociales altas.

La influencia que ejerció en la sociedad parisina seguiría siendo evidente medio siglo después, con la llegada de Sigmund Freud, quien conoció en su estancia en la capital francesa un cuadro de síntomas para el que no se tenía explicación biológica: la histeria. Según Charcot las histéricas eran “pobres desgraciadas sacadas de los considerados servicios de incurables”.  Las mujeres histéricas eran percibidas como simuladoras de síntomas y, por lo tanto, de una enfermedad no existente. Al dar importancia a su tratamiento e inducir síntomas histéricos a través de la hipnosis, se concibió como un problema mental que la medicina tradicional no podía explicar: como no era biológico, debía responder a algo interno, a procesos mentales.

“Debemos considerar si es justificable suponer que la histeria es producida de una forma análoga en otros pacientes, y si el proceso es similar en el que hay una condición distinta y organizada. Debo adelantar en apoyo de este punto de vista el hecho de que en el presente caso, la historia del desarrollo de la enfermedad habría quedado completamente desconocida al paciente y al médico de no haber sido por la peculiaridad de recordar durante la hipnosis […]. Mientras ella estaba despierta afirmó no saber nada de todo esto, por lo que es imposible llegar a la causa en otros casos de un examen mientras el paciente está despierto, ya que no pueden dar ninguna información. […] Cuando la paciente se acostó en su cama, y su consciencia estaba continuamente oscilando entre su estado normal y el secundario, los síntomas histéricos se volvieron manifiestos.”  - Caso Anna O., Estudios sobre la histeria (1895).

Jean Martín Charcor induciendo hipnosis usando una linterna mágica.

Un nuevo salto nos lleva a un terreno mucho más reciente. Poco después de ser testigos de los horrores de la II Guerra Mundial nace una nueva disciplina de la psicología basada en el estudio de los procesos mentales. 

La psicología cognitivista fue el resultado de una reacción ante el conductismo y el método introspectivo de Wundt, aceptando dos premisas: 1. El estudio debe realizarse mediante el método científico; y 2. Existen estados y procesos mentales internos.

“Quiero comenzar adoptando como punto de partida la Revolución Cognitiva. El objetivo de esta revolución era recuperar la mente en las ciencias humanas después de un prolongado y frío invierno de objetivismo.  […] Algunos críticos sostienen incluso, quizá injustamente, que la nueva ciencia cognitiva, la criatura nacida de aquella revolución, ha conseguido sus éxitos técnicos al precio de deshumanizar el concepto mismo de mente que había intentado reinstaurar en la psicología. […] Su meta [refiriéndose a la Revolución Cognitiva] era instar a la psicología a unir fuerzas con sus disciplinas hermanas de las humanidades y las ciencias sociales, de carácter interpretativo.”  - Actos de significado, más allá de la revolución cognitiva (1990).

Jerome Bruner está considerado como uno de los padres del cognitivismo. Participó en la II Guerra Mundial, trabajando en el departamento de psicología del ejército. Sería entonces y a partir de sus experiencias cuando recurriría y le daría importancia a las percepciones, y la influencia de los valores y las necesidades, encontrando ciertos símiles con Viktor Frankl y su libro El hombre en busca de sentido, quien vivió desde dentro el terror de la guerra en los campos de concentración. Se hace patente la existencia de una necesidad por encontrar explicaciones más “humanas” después del horror incomprensible que vivió la sociedad. Impulsado por esta necesidad escribe dos libros (Hacia una teoría animal, 1972; Acción, pensamiento y lenguaje de los animales, 1984) en los que intenta relacionar la existencia de una mente también en los animales.


¿Dios como objeto de estudio?


Aunque me haya dejado a muchos autores por el camino sin mencionar o revisar, la extensión hubiera dado para editar uno o varios libros. Teniendo la intención y objetivo de reflexionar un poco sobre estos conceptos debo parar en algún punto.

Como se explicaba al inicio, se puede comprender y verificar la recurrencia de un dios en los límites de un conocimiento. Ha ocurrido en las ciencias más mecanicistas como la física, pero a pesar de haberse recurrido a ese dios personal, dios no se ha convertido en el centro mismo del estudio. Los físicos no han teorizado acerca de la composición de dios, o de cómo se le podrían aplicar las leyes naturales. Dios es un recurso que se ha utilizado para tapar huecos inexplicables, no el objeto mismo de estudio.

Con lo aquí expuesto, ¿pensáis que la mente es un recurso o el objeto de estudio? ¿Existen las enfermedades mentales? ¿Están suficientemente probados y definidos los procesos mentales? ¿Cuáles son las evidencias empíricas? ¿Cuál sería la diferencia o diferencias (si las hubiera) entre un proceso mental y un proceso conductual? ¿Y entre un proceso mental y un proceso biológico?

Os invito a iniciar un debate en el foro después de la atenta lectura de esta entrada.

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