Colaboración invitada de Héctor Mediavilla
Alguna vez he leído o escuchado eso de que el conductismo “no
es aplicable al ser humano”. Sí, ya sabéis, que solamente vale para los
animales del laboratorio, que las personas funcionan de otra manera y no tiene
nada que ver el comportamiento humano con lo que dice el conductismo de los
“bichos”…
¿Qué pensáis al respecto? ¿Cómo se os queda el cuerpo
después de escuchar algo así? Os diré lo que pienso yo…
Yo pienso que es evidente que este es uno de los mitos que
circulan por ahí, y que sin embargo no se corresponde en absoluto con la
realidad. La prueba la tenemos en todas partes.
Por ejemplo, cada día millones de personas se levantan por
la mañana temprano para seguir un programa de razón, cuya recompensa será un
premio canjeable por otros muchos reforzadores: el dinero. Es decir, que un
animal de laboratorio aprieta una palanca para conseguir comida y cualquiera de
nosotros trabaja un número de horas poniendo en práctica una serie de conductas
para conseguir nuestro salario. ¿O acaso iríamos a trabajar todos cada mañana si
no existieran estos programas de refuerzo?
El conductismo de hecho está implícito en la racionalidad de
los modelos económicos que se emplean en la actualidad. Los economistas no hablan
de premios y castigos, pero sí de beneficios y costes. Cuando los economistas
quieren que se produzca un cambio en el comportamiento utilizan el dinero (un
reforzador) para incrementar costes o añadir incentivos y así modificar nuestra
conducta en la dirección que ellos quieren.
Por ejemplo, si persiguen provocar que haya más sitio para
aparcar en una zona concreta te cobrarán por hacerlo allí. Es decir, “te
castigarán” por estacionar. Así solucionan el problema del aparcamiento y
recaudan de paso. ¡No son listos ni nada!
Esta es la lógica que siguen a menudo desde la
administración y también muchas empresas lo utilizan con sus usuarios. Otra
cosa es que a veces no se acierte al ponerlo en práctica o que no sea algo justo
dependiendo de cómo se platee.
¿Alguna vez discriminaste entre los modelos de coche “buenos
para ti” y aquellos que “no te comprarías”? ¿Alguna vez hiciste una
generalización? ¿Alguna vez evitaste algo que temías o participaste en un juego
siguiendo unas reglas? Pues esto también es conductismo.
Así es que tenemos ejemplos en nuestra vida bien claros de
cómo las personas se comportan según lo que describe el conductismo. Otros
ejemplos son las máquinas tragaperras en
los bares (programas de razón variable), las dinámicas de oferta y demanda
(suben el precio en función de la demanda para disminuir la misma y que se
ajuste a la oferta), o nuestro comportamiento social en función de la
penalización o aplauso del resto.