En este estudio llega a asegurarse que "las plantas son capaces de sentir su entorno y recordar la información proporcionada por sus percepciones y son capaces de reaccionar en consecuencia. Algunas, incluso, pueden comunicarse y defenderse conjuntamente contra los depredadores." De modo que "La inteligencia de las plantas podría ser una realidad."
Este es el resultado de una categorización errónea de fenómenos biológicos más básicos, como las nastias y los tropismos, mecanismos puramente biológicos categorizados como procesos cognitivos. De este modo, se infiere que conductas parecidas en la forma a algunos comportamientos animales, son sustentadas por los mismos principios y estructuras. Además, a pesar de comenzar aludiendo a Darwin, las explicaciones teleológicas referidas a la evolución de las plantas son una constante durante todo el documental.
Stefano Mancuso, que es director del Laboratorio Internacional di Neurobiología Vegetal en la Universidad de Florencia, es el pionero en este tipo de investigaciones.
La prensa y los programas de divulgación científica (valgan La Vanguardia y el programa Redes como ejemplos), se han encargado de recoger y difundir esta flagrante distorsión de la realidad bajo el epígrafe de ciencia.
Es por todo esto por lo que Stefano Mancuso y "La inteligencia de las plantas" merecen nuestro primer premio Uri Geller.