Cada vez son más las personas que acuden a chamanes, brujos, consejeros espirituales, etc... Incluso los más escépticos tenemos algún amuleto de la suerte, así como los más ateos rezan a todos los dioses habidos y por haber antes de un examen. Según la comisión europea, en los datos recogido en 2005 figura que el 13% de los europeos creen en las predicciones dadas por el horóscopo, y el 34% confía en las bondades curativas de la homepatía. Lo cierto es que cada vez se introducen con más facilidad en los mercados esos productos milagrosos que predican salud, suerte y felicidad, sin ninguna rigurosidad científica. ¡¿Cómo puede ser?! ¡¡¡Somos seres racionales, la cúspide de la pirámide evolutiva, los hijos de la ciencia!!!. Lo cierto es que la superstición nace paralela a la historia del ser humano. Desde las creencias místicas de los primeros homínidos hasta la teoría de la polaridad de una Power Balance hemos demostrado ser, una y mil veces, extraordinariamente crédulos.
En
esta entrada, mi intención es tratar dos aspectos fundamentales en
el estudio de la conducta operante, íntimamente relacionada con el
fenómeno de la creencia y el comportamiento supersticioso. En la
teoría del pensamiento de B.F. Skinner, el autor diferencia dos
subclases dentro de la conducta operante: la conducta moldeada por
CONTINGENCIAS (CMC) y la gobernada por REGLAS (CGR). La CGR ocurre
cuando el individuo actúa de acuerdo a reglas explícitas, consejos,
instrucciones, modelos de actuación, planes, máximas, etc.
El
término “contingencia" hace
referencia a la existencia de relación entre eventos. La
contingencia en condicionamiento clásico entre el Estímulo
condicionado y el Estímulo incondicionado se determina a partir de
la comparación de dos probabilidades, la probabilidad de que el
Estímulo incondicionado se dé junto al Estímulo condicionado y la
probabilidad de que el Estímulo incondicionado se dé en ausencia
del Estímulo condicionado. Si la primera es mayor que la segunda, la
contingencia será positiva. En caso contrario, será negativa.
En
Condicionamiento Operante, si la respuesta conduce a la aparición
del reforzador, hablamos de contingencia positiva (Reforzamiento
positivo y Castigo positivo), mientras que si sirve para eliminarlo
hablamos de contingencia negativa (Reforzamiento negativo y Castigo
negativo).
Las
“reglas" son
estímulos que especifican contingencias. De manera directa o por
implicación de la experiencia previa, la regla especifica una
consecuencia ambiental de ciertas conductas.
El efecto de una regla sobre un individuo depende de la historia de aprendizaje de ese individuo respecto a la conducta (operante) de “seguir reglas”. Una persona seguirá reglas en la medida en que la conducta previa en respuesta a estímulos verbales similares (reglas, consejos) haya sido reforzada. Por eso, la selección por consecuencias es central para la CGR, aunque de manera menos directa que en la CMC.
Estos dos factores (reglas y contingencias) tienen lugar en la mayoría de los fenómenos que hoy en día requieren de un acto de fe; comenzando por la religión y la buena o mala suerte, hasta las virtudes de la publicidad moderna, pasando por marcianos, fantasmas, pseudociencia, conspiraciones.
El efecto de una regla sobre un individuo depende de la historia de aprendizaje de ese individuo respecto a la conducta (operante) de “seguir reglas”. Una persona seguirá reglas en la medida en que la conducta previa en respuesta a estímulos verbales similares (reglas, consejos) haya sido reforzada. Por eso, la selección por consecuencias es central para la CGR, aunque de manera menos directa que en la CMC.
Estos dos factores (reglas y contingencias) tienen lugar en la mayoría de los fenómenos que hoy en día requieren de un acto de fe; comenzando por la religión y la buena o mala suerte, hasta las virtudes de la publicidad moderna, pasando por marcianos, fantasmas, pseudociencia, conspiraciones.
La conducta moldeada por contingencias
Desde
el primer día en que un bebé entra en contacto con el mundo, no
deja de aprender cosas sobre él. El ser humano se pasa la vida
tratando de encontrar fervientemente una conexión entre un hecho A y
uno B, que de explicación a un suceso C, y cuando no disponemos del
tiempo necesario para aplicar un estudio científico (la inmensa
mayoría de los casos), se pone en marcha lo que en psicología
llamamos “aprendizaje por asociación”, la búsqueda de un patrón
explicativo en función de la ocurrencia simultánea ente A y B.
Me gustaría comenzar con un experimento que resulta imprescindible en este artículo, y que considero bastante esclarecedor respecto al tema, es el elaborado por Skinner en 1948. Bautizado con el nombre de “las palomas supersticiosas”, en éste experimento participaron ocho palomas, a las que se les reforzaba con comida mediante intervalo variable; es decir cada X tiempo de manera irregular con independencia de su respuesta.
Me gustaría comenzar con un experimento que resulta imprescindible en este artículo, y que considero bastante esclarecedor respecto al tema, es el elaborado por Skinner en 1948. Bautizado con el nombre de “las palomas supersticiosas”, en éste experimento participaron ocho palomas, a las que se les reforzaba con comida mediante intervalo variable; es decir cada X tiempo de manera irregular con independencia de su respuesta.
Lo
curioso del experimento llega cuando se observa un condicionamiento
evidente en todas las palomas, y la forma en que se adoptó este
comportamiento. Por poner algunos ejemplo: una de las palomas
aprendió a dar vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj
alrededor de la caja; otra pegaba la cabeza a una de las esquinas
superiores de la caja; un tercero desarrolló la respuesta de sacudir
la cabeza. Es decir, cada paloma desarrolló una respuesta propia,
idiosincrásica, dando la impresión de que las palomas creían que
su conducta provocaría la aparición de comida, aunque realmente no
fuese así, ya que la administración de comida era completamente
independiente a la respuesta del sujeto y de que este respondiera o
no. Es aquí donde Skinner denomina a este tipo de conducta
“supersticiosa”.
La
explicación que ofreció Skinner sobre este fenómeno apelaba al
refuerzo recibido: entendió que cualquiera que fuese la respuesta
que el sujeto acababa de realizar justo antes de la administración
de la comida (el refuerzo) resultaría reforzada por la recompensa.
De otro modo, de las múltiples respuestas que las palomas emitieran
antes de la presentación de la comida, la que resultase,
casualmente, contigua a la recompensa, sería reforzada. En una
palabra: CONTINGENCIA.
El
siguiente vídeo nos da una idea aproximada de el experimento:
Con
este experimento, Skinner introduce el concepto “patrocinidad”,
es decir, la tendencia a encontrar patrones con o sin significado. El
divulgador científico y columnista de la revista Scientific
American, Michael Shermer, advierte de los errores que cometemos
cuando tratamos de buscar un patrón lógico ante una situación, y
nos invita a reflexionar en una de sus TEDtalks, “El patrón detrás
del autoengaño”:
“Cuando realizamos este proceso cometemos dos tipos de errores. El error de tipo 1 o falso positivo, que es creer que un patrón es real cuando no lo es. Y el segundo tipo de error es el falso negativo. El error de tipo 2 es no creer en un patrón cuando es real. Hagamos un experimento de reflexión. Supón que eres un homínido hace 3 millones de años que camina por las llanuras de África. (...)Oyes un crujido en la hierba. ¿Se trata de un depredador peligroso o es sólo el viento? Tu próxima decisión podría ser la más importante de tu vida. Si piensas que el crujido en la hierba es un depredador peligroso pero resulta ser el viento, has cometido un error de cognición, un error de tipo 1, un falso positivo. Pero no sucede nada, simplemente te alejas. Estás más cauteloso, más alerta. Por otro lado, si crees que el crujido en la hierba es el viento, pero se trata de un depredador peligroso, eres el almuerzo. Te acabas de ganar un premio Darwin. Te han sacado del acervo genético.
El problema aquí es que la patronicidad ocurre cuando el costo de cometer un error de tipo 1 es menor que el costo de cometer un error de tipo 2. (...)Tenemos un problema para detectar el patrón y es que evaluar la diferencia entre un error de tipo 1 y de tipo 2 es en verdad problemático. En especial en situaciones de vida o muerte y en una fracción de segundo. Por eso la postura por defecto es creer que todos los patrones son reales. Todos los crujidos en la hierba son depredadores peligrosos y no sólo el viento. Por eso pienso que evolucionamos...había una selección natural para la tendencia de nuestros motores de creencia, nuestros procesos cerebrales buscadores de patrones, de encontrar siempre patrones significativos e infundirlos con esta especie de agentes depredadores o intencionales” - (Fragmento de “El patrón detrás del autongaño” ).
Cómo
Michael Shermer nos acaba de resumir, la “patrocinidad”; es
decir, la búsqueda de patrones (erróneos o no) es la respuesta más
adaptativa evolutivamente ante una situación de incertidumbre, lo
que una vez más nos demuestra que estamos hechos para “creer”
por simple selección natural.
Conducta gobernada por reglas
Pero esta entrada no sería completa si nos ceñimos únicamente al concepto de contingencia. En los fenómenos de la conducta humana influyen muchos más factores a tener en cuenta. Desde luego uno de los más estudiados ha sido la conducta verbal, y si bien es cierto que una de las grandes críticas a la psicología conductista, ha sido su presunto desinterés por los procesos superiores, entre los que se encuentra el lenguaje; es el mismísimo B.F. Skinner quien, ya en los años cuarenta, aplicaba los principios del condicionamiento operante al análisis del lenguaje (Skinner 1945) para doce años después desarrollar ampliamente esta temática en su obra “Conducta verbal” (1957/1983).
Además, también es Skinner quien introduce un análisis original y muy relevante en este campo de estudio, al plantear la distinción operacional, con cierta base motivacional, entre conducta gobernada por reglas versus conducta moldeada por contingencias. Según Skinner (1969/1979; 1957/1983), mientras que el comportamiento moldeado por contingencias lo estaría en función de los efectos directos que éstas tienen sobre aquél, la conducta gobernada por reglas, en cambio, tendería a estar determinada por factores sociales (principalmente, los aportados por otras personas en relación verbal oyente-hablante).
Tristemente,
la ciencia ha demostrado que no necesitamos unas instrucciones
demasiado rigurosas para dejar guiar nuestra conducta. Uno de los
estudios más reveladores en el ámbito de la conducta verbal es el
de Kaufman, Baron y Koop (1966), el cual presentaba como objetivo
general la delimitación de los posibles efectos del uso de
instrucciones preentrenamiento.
En
este experimento se variaron sistemáticamente las condiciones
instrumentales a través de los sujetos. Se expuso a estos a un
entrenamiento para presionar una tecla bajo un programa de
reforzamiento de intervalo variable de un minuto (IV60), con aumentos
de puntos en un contador y con las siguientes instrucciones
adicionales, diferentes para cada sujeto:
- A un grupo sólo se le indicó la disponibilidad del reforzador (condición de instrucción mínima).
- A otro grupo se le indicó, además, la respuesta a realizar (condición de instrucción de respuesta).
- Otro grupo recibieron información incorrecta, al señalarles que el programa de reforzamiento sería de intervalo fijo de un minuto (IF60)
- En otra condición se dijo a los sujetos que el programa era de razón variable 150 (IV150)
- Sólo un grupo contó con instrucciones apropiadas sobre el programa, al revelarle que éste era de intervalo variable un minuto (IV60)
Los resultados demostraron que, en general, las instrucciones fueron tan potentes como el programa a la hora de controlar las ejecuciones, de tal forma que:
a) Cuando las instrucciones se limitaban a indicar a los sujetos solo
que debían ganar puntos (hacer avanzar el contador) el patrón de
respuesta fue errático y se daba escaso control por parte del
programa de contingencia (IV60).
b)
Igualmente, el control por parte del programa era más débil cuando
las instrucciones hacían referencia a lo que los sujetos debían
hacer o las respuestas requeridas, de tal modo que la tasa de
respuesta era excesivamente alta para los requisitos del programa.
c)
Cuando se informaba sobre las contingencias, el control verbal era
mucho mayor, pero no así el del programa de forma que al indicar,
incorrectamente, que el programa era de intervalo fijo de un minuto,
las ejecuciones fueron de tasa bajas.
d)
Se dio un claro control por parte de las instrucciones cuando estas
informaban correctamente de que el programa era de intervalo variable
de un minuto (IV60), lo que daba lugar a tasas intermedias.
e)
Cuando se indicaba en las instrucciones que estaba operando un
programa de razón variable 150 se producían ejecuciones a una tasa
muy alta y constante, lo cual no correspondía, en absoluto, con el
programa vigente. Parece claro, por tanto, que todos los grupos de
estudiantes mostraron cierta persistencia de la conducta instruida e
insensibilidad a las contingencias programadas.
En
términos generales, este estudio encontró que, en humanos, las
instrucciones verbales ejercían un fuerte control sobre las
respuestas dadas por los sujetos experimentales, y no solo a la hora
de iniciar comportamientos, sino también al generar tendencias o
patrones de respuesta abiertamente contrapuestos a los programas de
reforzamiento que estuvieran operando sobre un sujeto determinado en
un momento concreto. De esta forma, se constató de nuevo que
aquellas reglas o instrucciones que eran acordes al programa de
reforzamiento que estuviera en vigor facilitaban una ejecución
conforme a dicho programa, mientras que las instrucciones no-acordes
interferían ese ajuste, llevando a los sujetos a responder de
acuerdo a lo descrito en las instrucciones y no según el programa de
reforzamiento (Baron & Galizio, 1983).
Como
podemos ver a estas alturas del artículo, somos increíblemente
vulnerables a las instrucciones y a las reglas verbales. Precisamente
de esta fragilidad se nutre todo el colectivo de magufos, chamanes y
predicadores, junto con el imperio más rentable del planeta: La
publicidad, y es algo que las autoridades sanitarias y de consumo
deberían tener en cuenta para luchar contra las pseudociencias y las
supersticiones de la sociedad.
Conclusión
Me
gustaría terminar con la interesante reflexión que Helena Matute
nos ofrece en su blog: en la entrada
titulada “Resumen de nuestros experimentos sobre ilusiones causalesy sobre como reducir el impacto de la pseudociencia”. En él, al
igual que en esta entrada, se trata de explicar los principios
psicológicos por los que se rigen las ilusiones causales y la
superstición:
En uno de nuestros últimos experimentos hemos puesto a prueba una estrategia complementaria para poder llegar a estas personas que no se atreven a experimentar directamente los efectos de no realizar la conducta supersticiosa. Si la persona no quiere arriesgarse a dejar de tomar el brebaje, o a dejar de ir a la consulta del curandero lo que podemos hacer es mostrarle casos de personas que no han seguido ese tratamiento y han mejorado igualmente. Todos podemos aprender de la experiencia de otros. No tanto como cuando aprendemos en cabeza propia, pero al menos tenemos por dónde empezar. En los experimentos en que mostramos en la pantalla del ordenador casos de personas ficticias que se atreven a no ponerse la pulsera o a no tomarse el brebaje y se curan igualmente se reduce la ilusión de causalidad que suelen desarrollar los participantes. Y esto sí es algo que se puede explotar fácilmente en campañas contra la irracionalidad. De hecho, la publicidad pseudocientífica de los productos milagro suele mostrar siempre casos de personas que han tomado el producto y se han curado (o les ha tocado la lotería). Cuando mostramos este tipo de coincidencias positivas a los participantes de los experimentos, la mayoría de ellos desarrollan en el laboratorio la ilusión de que el producto es eficaz. Los vendedores de pseudociencia saben sacar buen partido del efecto coincidencia. Sin embargo, si a estas coincidencias positivas añadimos también casos de personas que se han curado sin tomar el producto o que han superado el examen sin llevar la pulsera, la ilusión de efectividad disminuye significativamente - (Matute y cols. 2011; Vadillo y cols., 2011)
Sería bueno, por tanto, exigir a la publicidad de productos sin base científica que mostrara todos los datos. No sólo los de las personas que se curan con el producto, sino también los casos de las personas que superan la dolencia sin hacer nada o tomando un medicamento falso, un placebo. Es terriblemente engañoso mostrar al público sólo las coincidencias. Tendría que estar prohibido.
Bibliografía
Tarpy, R.M. (2008) Aprendizaje: Teoría e investigación contemporáneas.
Gómez, I; ,Moreno, E; y López, N. (2006) (In)sensibilidad a una u otras contingencias en el marco de la conducta gobernada por reglas.
Pérez, V; Gutiérrez, T; García, A y Gómez, J. (2010) Procesos psicológicos básicos.
Michael Shermer: El patrón detrás del auto-engaño (Vídeo)
Helena Matute. Resumen de nuestros experimentos sobre ilusiones causales y sobre cómo reducir el impacto de la pseudociencia
http://www.elprisma.com/apuntes/psicologia/skinner/default9.asp
http://www.youtube.com/watch?v=19Iqv1SPOu0